lunes, 15 de noviembre de 2010

A vos amigo

"¡Estás hecho un oso!" fue lo primero que me dijo mientras me vio y nos abrazamos por primera vez luego de 15 años, pegué la vuelta por la parte de atrás de su auto y me subí, saqué mis cigarrillos y tiró un "Ah... tenés el vicio del cigarro", ya me sentía completamente bien, lo había visto a Pipa nuevamente.

Él siempre fue así conmigo, fuimos amigos y compañeros de banco desde 6to. grado, con una breve interrupción durante 1er. año de la secundaria, para seguir compartiendo banco hasta mediados de 3er. año cuando abandonó él secundario y me dejó a la deriva, lo vi muy poco luego, no tanto como me hubiera gustado. Me sentí sólo, muy sólo; yo era sin dudas uno de los más tímidos, introvertidos y pseudo-nerditos de mi curso, (un tonto hecho y derecho), él era el compañero "cool" el amigo de todos, siempre fuerte, con carácter y personalidad determinantes no se dejaba boludear por nadie, por alguna razón yo sentía que él me cuidaba, me vigilaba y me aconsejaba para que me pusiera duro y no me boludeara nadie (ojalá te hubiera hecho caso)...

Lo vi una vez cuando teníamos 16 años, salimos y recuerdo que me entregó una carta para que leyera sólo, y así lo hice; no se que carajo habré hecho con eso pero la perdí y es al día de hoy que lamento mucho que ello haya sucedido, quizás con estas líneas devuelva aquella gentileza.

La última vez que nos habíamos encontrado había terminado el colegio y hablamos como siempre, hasta que llegó este viernes y nada más me importó; las miserias que habitualmente me rodean durante mi día quedaron de lado, no me interesaban, mi ecuentro con él trascendía todo.

No bastó mucho para que nos pusiéramos al día, un par de cigarrillos más hasta que nuestra mesa en un restaurant-parilla libre quedara lista, y cuando nos adentramos a tomar el vino y degustar lo que nos iban sirviendo ya estábamos al corriente de todo.

"No estoy para juzgarte" me dijo en algún momento de la charla que parecía que nunca iba a terminar y ahí volví a darme cuenta que ese era mi amigo, el que siempre me entendió y me bancó. Ahora que sigo haciendo memoria recuerdo que tenía 11 años y me caí patinando sobre hielo en el cumpleaños de una compañera nuestra, mi cabeza toda ensangrentada y él teniéndome la mano tratando de tranquilizarme, ya de pibe demostraba ser un grande.

Terminamos el vino, la cena, y el postre; finalmente vino un último cigarrillo digestivo y nos dirigimos a mi hogar en su auto; rematamos con charla de política, creo que nos faltó para el próximo encuentro tocar los temas de fútbol y religión para ver si hay algo en lo que no estamos de acuerdo

Los años pasaron (15 como si fuera poco) y mi amigo seguía ahí esperando que entre a mi casa para que a un grandote de 30 años no le pase nada.

Gracias Juan.


1 comentario:

Kluivert dijo...

Muy lindo texto, ingeniero, casi que se me pianta una lágrima. Como diría Ricardo, "existe el amor entre hombres, claro que sí".