martes, 3 de mayo de 2011

Poco se de bares. Vol II: "¡Luchando por el metal!"

Martes de un otoño que comienza a asomar, me encuentro sentado en la planta alta de un café de Recoleta, con un resfrío que me está ganando; no importa... cada vez me siento mejor, más ahora que me di cuenta que el aire acondicionado ubicado arriba de donde está mi mesa está funcionando a pleno (?).

Si el más abyecto de los metaleros me viera en este momento seguramente se haría un festín con mi cuerpo llenándolo de golpes de puño, patadas y escupitajos, por como estoy vestido y por la zona donde estoy en este momento ¡pero no! el metalero de ley no es así, es un buen tipo, simple, muy noble y amigo, se brinda sin problemas; más allá de sus negros atuendos, pelos largos y paso firme, la patria metalera es lo más grande que tenemos querido, yo me considero su agregado cultural (?).

El domingo 1ro. de mayo se celebra el día internacional del trabajador y qué mejor idea tuvimos con mis hermanos y mis amigos que festejarlo viendo un recital de la banda de Heavy Metal más importante de nuestro país: ALMAFUERTE. Es dable decir en este párrafo que no creo en el destino o en las cosas predeterminadas, pero alguien tenía algo preparado para mi en este último domingo, porque realmente mi cabeza dio más de una vuelta en torno a esta banda y su icónico líder, Ricardo Iorio.
Pocas veces sentí lo que aquella noche: cada vez que el tipo cantaba, yo sentía que me hablaba a mi, que me empujaba a que fuera por más, a que nunca me rinda, a luchar por lo que quiero, a estar rodeado de la gente y de los que me hace bien, sólo con eso uno va a triunfar.

Remitirme a lo que fue el espectáculo no es mi fuerte, no soy periodista, sólamente quiero contar mi vivencia como parte de una patria que siempre está ahí, que parecen marginales, la gente que una señora de bien señalaría con el dedo denostándolos y rebajándolos, ¡pero no! (¡no, no pibe, no! (?)), como dije antes: la patria metalera es buena, tiene sus bemoles pero están ahí, siempre firmes, con su bebida en la mano y siempre acompañado por sus amigos, leales y gamba.

Todo lo que escuché me pasó por arriba como si me hubieran pegado para hacerme despertar luego de una larga siesta (de varios años), fui trasladado a lugares que no me di cuenta, pero son aquellos en los que me gusta estar: la ruta, un asado en grupo, los amigos que se juntan, y otros más. Y ahí estaba yo, moviendo mi cabeza marcando el compás, o diciendo a todo que si (?). No se... tendrían que haber estado ahí para que me entiendan.

Agradezco a los que me acompañaron en ese momento, y por los recitales venideros a los que iremos; momentos como este último merecen ser revividos más de una vez.

Ahora me tengo que ir, ¡debo cumplir... con mi destino y lo haré!

Gracias, son siempre muy amables

Ing. Jean Chichè